lunes, 1 de abril de 2013

Ejercicio de autoaceptación: Combatir el miedo


¿De dónde procede el miedo y por qué unos tienen más miedos que otros?
El miedo procede del pensamiento, es decir, es generado por la mente a raíz de un juicio que uno realiza acerca de una situación determinada, en función de una conclusión negativa o pesimista a la que llega. Los pesimistas tienen, necesariamente, más miedo que los optimistas. Siendo esto así, uno puede concluir que el miedo lo manufactura uno mismo, no es que de verdad exista. A este respecto, quisiera traer a colación el siguiente aforismo: “...El cobarde se siente morir varias veces en la vida, mientras que el valiente sólo se muere una vez...”.
¿Quién no ha sentido miedo alguna vez? Él hace su aparición cuando menos necesitamos que lo haga, con tan sólo unos pocos minutos en nuestra mente ya puede apoderarse de nosotros y cuando nos percatamos de su presencia, ya es demasiado tarde y él ya tiene el control absoluto.
El miedo puede ser experimentado en diversas ocasiones, pero sin duda la más molesta es cuando se hace ver en aquellas circunstancias donde más necesitamos nuestro valor.
“Roberto” en una de sus sesiones, me comentó que era el mejor de su clase, tenía una de las escolaridades más altas de la universidad. Era un estudiante ejemplar, un verdadero ganador. Sus calificaciones le ofrecieron varias oportunidades laborales, oportunidades que una a una fue perdiendo, siempre por la misma razón. En sus entrevistas laborales siempre se ponía en blanco, toda su simpatía, inteligencia, ingenio, se evaporaban como por arte de magia. Y así como joven profesional, a pesar de poseer todas las cartas para ganar, se veía a sí mismo como un fracaso.
“Lucas” era un conquistador nato, todo un casanova, siempre obtenía a la chica que quería, nadie podía decirle que no. Se vio involucrado en varios romances pasajeros, amores de una noche. Conocía a una mujer atractiva, la seducía y luego de un fugaz encuentro, ya no quería saber más nada acerca de ella. Podríamos pensar que esta actitud frívola era lo que estaba buscando, sin embargo, este comportamiento le generaba un gran pesar. El amor verdadero le aterraba, no quería sufrir como lo había hecho su padre, quien había sido abandonado por su madre cuando Lucas tenía tan sólo seis años.

El miedo es una reacción natural, instintiva al peligro y es necesario que podamos sentirlo para sobrevivir como especie. Pero, ¿qué sucede con ese miedo paralizante que solamente estorba en nuestra calidad de vida?
Este miedo molesto proviene de varias fuentes, una de ellas es nuestra infancia. Tomemos por ejemplo el caso del amor, si nosotros vivimos en una familia donde nuestros padres eran infieles o tenían una relación violenta, es muy probable que cuando seamos adultos tengamos miedo de que nos suceda lo mismo, que queramos protegernos a toda costa del dolor que vivenciamos, que hasta lo tomemos como nuestro. Solemos apropiarnos de la angustia de nuestros padres, intentado hacer algo para que se sientan mejor o nos convencemos de que no tenemos más opción que correr con su misma suerte.
El miedo al éxito está también asociado a una baja autoestima y en algunos casos, incluso, es un temor a superar a los padres. Cuando se ha tenido padres que no han accedido a estudios, a oportunidades, el hecho de que en cierta forma ellos se sientan “mejores” que sus congéneres, es suficiente para estancarse y negarse las oportunidades que ellos si han tenido.
La persona más influenciable con la que hablaras todo el día eres tú. Ten cuidado entonces acerca de lo que te dices a ti mismo. Zig Ziglar
Hay muchas ocasiones en nuestra vida cotidiana que pueden suponer una fuente de miedo o ansiedad. El simple hecho de tener que hablar ante un grupo de personas o acudir a una reunión en la que no conocemos a nadie puede resultarnos angustiante.
Ante estas situaciones muchas veces reaccionamos intentando enfrentarnos a ese miedo. Para ello tensamos nuestro cuerpo, contenemos la respiración y nos decimos frases como “No hay que tener miedo”, “No seas estúpido” o “No es para tanto”. Este tipo de frases suelen tener el efecto contrario, ya que nos culpabilizan o ridiculizan sin buscar la causa de ese miedo ni la solución a esa situación. Es mucho más eficaz utilizar una estrategia de autoaceptación, misma, que explicaremos a continuación.
Cuando notes esa sensación de miedo o angustia, no luches contra ella. Acéptala diciéndote: “Sí, tengo miedo” y, en lugar de contener la respiración, respira de manera lenta y profunda, concentrándote en ella. Date tiempo para observar ese miedo, reflexionando sobre él sin dejar que te domine.
Intenta imaginar lo peor que pudiera ocurrir para aprender a afrontar esa situación y aceptarla. Por ejemplo, tengo que hablar en público y me da miedo. ¿Qué es lo peor que puede pasarme? Que me quede en blanco y no sepa qué decir. ¿Qué podría hacer en ese momento? ¿Disminuiría mi valor como persona por no ser capaz de sobreponerme en esa situación?
Habrá veces en las que no podamos superar del todo nuestros miedos, pero la mayoría de ellas, el hecho de aceptarlos y observarlos puede ayudarnos a conocer sus causas, darnos cuenta de que las consecuencias no serían tan terribles o incluso darnos cuenta de que esos miedos no tienen sentido y conseguir que desaparezcan.
No podremos vencer nuestros miedos negando la realidad o intentando evitarlos, porque tarde o temprano aparecerán. Si en cambio nos hacemos conscientes de ellos, nos liberaremos de gran parte de la presión. Por ejemplo, si tengo miedo a las alturas e intentó negarlo, el día que tenga que enfrentarme a una, no sabré cómo actuar y me quedaré paralizado. Si en cambio acepto que tengo miedo a las alturas, pero que eso no me hace peor persona, me sentiré menos presionado en esa situación y mis posibilidades de enfrentarme a ello con éxito aumentarán.
En resumen, no debemos negar nuestros miedos y decirnos a nosotros mismos que debemos relajarnos porque nuestro cuerpo no sabrá cómo hacerlo. La manera de conseguirlo es una respiración tranquila y controlada, abrirse al miedo para observarlo y conocerlo, imaginar lo peor que podría suceder y prever cómo afrontarlo.
Si aprendemos a aceptar el miedo y dejamos de torturarnos con fantasías de cosas terribles que sucederán (y que la mayoría de las veces son irreales), conseguiremos liberarnos de él. Podremos ver la situación que nos aterrorizaba de forma realista y sentir que volvemos a tener el control, lo que aumentará nuestra confianza y nuestra autoestima. En otras palabras, la clave es actuar, hacer algo para comenzar a construir nuestra confianza. Tampoco debemos sentirnos culpables o castigarnos por ser nuestros propios saboteadores, tenemos que identificar la raíz de nuestro miedo y estar determinados a luchar contra él, teniéndonos paciencia y buscando ayuda de ser necesario.
Uno siempre debe preguntarse, ¿vale la pena vivir con miedo, cuál es el beneficio que obtengo de esto? ¿Hay algo que pueda hacer para cambiarlo? ¿Por qué prefiero vivir desde la impotencia y no desde la plenitud?
El miedo puede ser superado, de hecho “Lucas” y “Roberto” lo han logrado. Uno debe estar dispuesto a trabajar en los obstáculos que quiebran la armonía de una vida que puede llegar a ser muy satisfactoria, si simplemente nos permitimos ser felices.

En definitiva, hay que desmitificar el miedo y reducirlo a lo que de verdad es: Una creación de uno mismo. Consecuentemente, uno puede vivir sin él. Lo malo es que uno se acostumbra a ser como es y le es muy difícil cambiar. Sin embargo, cuando uno entiende la realidad de la situación, la propia clarividencia en la conciencia, poco a poco, va transformando la realidad interna del ser y la va haciendo más racional que emocional. Con el tiempo y en el alejamiento de las visitas que uno hace al sistema emocional, uno se va racionalizando hasta el punto de poderse liberar del condicionamiento del miedo definitivamente.
Fuentes:
http://www.miautoestima.com
Lic. en Psicología Mariana Alvez 

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