martes, 19 de marzo de 2013

Comunicación no verbal. La importancia de los gestos.


Muchos gestos utilizados son comunes en la mayoría de los países, aunque otros pueden significar cosas distintas dependiendo de donde estemos.
Aunque el hombre lleva más de un millón de años utilizando este tipo de comunicación, ésta no se ha empezado a estudiar nada más que hace sólo unas décadas. El investigador Albert Mehrabian descompuso en porcentajes el impacto de un mensaje: 7% es verbal, 38% vocal (tono, matices y otras características) y un 55% señales y gestos. El componente verbal se utiliza para comunicar información y el no verbal para comunicar estados y actitudes personales. Este investigador, Albert Mehrabian, afirma que en una conversación cara a cara el componente verbal es un 35% y más del 65% es comunicación no verbal.
Muchos gestos utilizados son comunes en la mayoría de los países, aunque otros pueden significar cosas distintas dependiendo de donde estemos. Los gestos básicos suelen ser los que más universalizados están: mover la cabeza para afirmar o negar algo, fruncir el ceño en señal de enfado, encogerse de hombros que indica que no entendemos o comprendemos algo, etc. Otras veces, hay gestos que vienen heredados del reino animal, como puede ser enseñar los dientes en señal de enfado (agresividad).
Por regla general, cuando estamos mintiendo o forzando una situación, el cuerpo nos delata.
Aunque sepa que puede significar un determinado gesto, no caiga en el error de interpretarlo de forma aislada; es fácil que pudiera equivocarse. Los gestos se pueden fingir, pero no todo el cuerpo actúa de la misma manera. Las cejas, la risa, la pupila de los ojos y otros pequeños detalles seguramente nos delaten. Por regla general, cuando estamos mintiendo o forzando una situación, el cuerpo nos delata. Por eso las situaciones personales, se resuelven mejor cara a cara, que por teléfono y otro medio donde se puede esconder el cuerpo y perder una importante parte del mensaje (la parte no verbal).
"Los gestos también nos dan una idea de los modales de una persona".
Aunque el tema es amplio y daría para cientos de páginas, vamos a exponer los principales gestos y actitudes que nos pueden ayudar en nuestra vida cotidiana y en los negocios. La mayoría de los gestos y movimientos que utilizamos habitualmente, nos vienen condicionados por el entorno en el que nos hayamos criado. Los matices culturales, son de gran importancia en el lenguaje corporal. También el entorno familiar, tiene una clara influencia en nuestro comportamiento y en nuestra manera de "hablar con el cuerpo".
Hay algunos gestos que se utilizan de forma universal (con sus excepciones) para significar lo mismo. El signo de "OK", con varias teorías sobre su origen, aunque la más aceptada según nos informa uno de nuestros amables visitantes es una deformación de la expresión "all correct" en "oll korrect" que apareció en algunos periódicos estadounidenses y canadienses durante el siglo XIX. Otra teoría es que procede de la oposición al significado de "KO" (Knock Out). Significa que todo está correcto, aunque en determinados países se hace referencia a la homosexualidad por similitud del círculo formado con los dedos, y en otros países se utiliza para indicar algo nulo, inválido, cero o nada de nada. Otros autores afirman que el símbolo de OK, viene de 0 Kill, sin muertos en el frente, que era utilizado en la Guerra de Secesión Americana.
El conocido signo de la "V", como símbolo de la victoria o el triunfo, popularizado por Winston Churchill, en la Segunda Guerra Mundial, no significa lo mismo, si se hace con la palma de la mano hacia afuera, que significa victoria, que con la palma de la mano hacia adentro que significa un insulto obsceno. Otro conocido gesto, el dedo pulgar hacia arriba o hacia abajo, que indica el acuerdo o desacuerdo. Pero en algunos países se utiliza para insultar, como en Grecia, y en otros solamente significa el número uno , como en muchos países de habla Inglesa (USA, Nueva Zelanda, Australia, etc). Hay muchas variantes de gestos con este dedo, como la conocida forma de la mano para hacer "auto-stop", pero no alargaremos más el tema.
Espacio personal
Sabemos realmente hasta donde acercarnos a una persona para charlar, para presentarla, etc. Todas las personas, según estudios recientes y según Allan Pease, tenemos nuestros territorios muy bien delimitados: la zona íntima, de hasta 50 cms. de distancia, donde se acercan las personas más allegadas (familia, amigos íntimos, etc). La zona personal hasta 125 cms. aproximadamente, distancia utilizada en reuniones, entorno laboral y social. La zona social, hasta los 2 ó 3 mts. más o menos, que es utilizada con personas ajenas a nuestro entorno (el cartero, un electricista, etc. y gente en la vía pública).
El tema de las distancias es de gran importancia a la hora de entablar un contacto o conversación con otra persona. Hay muchas personas que no les agrada que otros "invadan" su territorio o zona personal. Nunca le ha ocurrido que una persona se echa hacia atrás para mantener una distancia cómoda para ella. Este tipo de situaciones son muy variables en función del entorno (rural o urbano) y en función de la situación. Los que han crecido en zonas poco pobladas (núcleos rurales), suelen tener unas distancias más amplias en sus zonas (tanto íntimas, personales y sociales) que aquellas personas que han nacido en entornos con mayor densidad de población (generalmente núcleos urbanos).
Hablar con las manos
Quien no ha oído la expresión "hablar con las manos". Son fundamentales en la comunicación no verbal. Generalmente: palmas hacia arriba y abiertas, indican sinceridad, honestidad. Palmas hacia abajo, abiertas, significan una posición dominante y en ocasiones, poca honestidad (cuando se quiere mentir). Si cerramos la mano y apuntamos con un dedo, suele indicar una posición dominante y algo agresiva. En cuanto a los apretones de manos: cuando las manos están verticales, significa igualdad. Si nuestra mano está por encima, significa dominio, control, y si está debajo, sumisión, recato. Si se hace con fuerza significa seguridad.
El apretón de manos puede ir acompañado de otras acciones, como poner la otra mano encima haciendo un bocadillo a la mano de la persona saludada. Si se utiliza con gente conocida demuestra confianza; con gente desconocida el efecto es el contrario. Dar la mano y agarrar la muñeca o agarrar el codo, solo se debe hacer con personas conocidas o del entorno cercano. Dar la mano y agarrar el brazo o el hombro, solo debería hacerse en casos de gran amistad o relaciones muy personales, al tener que invadir la zona íntima de una persona. Estos gestos son interpretados como símbolo de honestidad y sinceridad en personas cercanas y el efecto contrario en personas desconocidas o recién presentadas.
Entrelazar las manos: puede ser a la altura de la cara, apoyados en la mesa, o de pié en la parte baja de la cintura. Según algunos estudios, parece ser que existe relación entre la altura de las manos entrelazadas y la actitud negativa. A mayor altura, mayor negatividad. Frotarse las manos: tiene un significado positivo, se espera algo bueno, una expectativa positiva, un buen entendimiento entre las partes. Juntar las yemas de los dedos de ambas manos, significa un alto grado de confianza en uno mismo, y una seguridad. Hacia arriba se utiliza cuando se opina sobre algo; hacia abajo se suele utilizar cuando se está escuchando.
Cuando cruzamos y agarramos nuestras manos por detrás de la espalda, denota un alto grado de seguridad en nosotros mismos y una clara posición dominante. En cambio, si lo que cogemos por la parte trasera son nuestras muñecas es signo de intranquilidad e inseguridad. Dicen que los pulgares representan la fuerza del carácter, por eso son utilizados para destacar ciertos gestos. Meterse las manos en los bolsillos dejando los pulgares fuera es signo de poderío, de dominación, de seguridad. Lo mismo pero más disimulado, si se meten en los bolsillos traseros. También cruzar los brazos dejando los pulgares fuera, es signo de actitud dominante.
"Las manos y el rostro son los que tienen mayor riqueza de matices a la hora de interpretar el lenguaje no verbal".
Se dice, que la cara es el espejo del alma. Pero es mucho más que eso. Cuando la mano tapa la boca, es señal de mentira. Tocarse la nariz de múltiples formas es indicativo de que se está contando algo falso, así como frotarse los ojos, indica lo mismo. Otros gestos que denotan mentira, o al menos que no se está siendo sincero son: rascarse el cuello, tirarse del cuello de la camisa, apretar los dientes, reírse con la boca muy cerrada y los dientes apretados, etc. No obstante, como se ha dicho anteriormente, los gestos no se pueden interpretar por separado para no obtener conclusiones erróneas.
Si se muerde las uñas, chasquea los dedos, o repica con ellos sobre la mesa, está dando muestras de inseguridad y de nerviosismo. Si apoya su barbilla sobre su mano, significa aburrimiento. Pero si apoya su mano con un dedo sobre la sien denota interés por el tema que se está tratando. También si pone su dedo sobre la mejilla denota un alto interés por el tema. Acariciarse la barbilla o apoyar el pulgar e índice en la barbilla, denota pensamiento, evaluación de la situación, toma de decisiones. Frotarse la cabeza o darse palmadas en ella denota enojo, enfado y otras veces un simple olvido.
Cruzar los brazos, es un signo inequívoco de actitud defensiva. Pero si lo hacemos con los puños cerrados, significa además una actitud hostil. Si los cruzamos dejando los pulgares fuera, entonces queremos demostrar superioridad. Si sólo nos agarramos un brazo, es signo de estar pendientes, expectantes. Duda entre cruzar los brazos y crear una barrera o soltar el brazo cogido demostrando confianza en nuestro interlocutor. Otras maneras de formar una "barrera", es sujetando algún objeto contra nuestro pecho (un bolso, un libro, una carpeta, etc.).
El cruce de piernas, al igual que los brazos, denota una actitud defensiva o de cierta desconfianza. Si los brazos, además, sujetan la pierna, significa una actitud cerrada, de terquedad, de inmovilismo. El cruce de piernas estando de pie denota actitud a la defensiva, pero si las mantenemos ligeramente abiertas denota actitud cordial, talante negociador y abierto. Si cruzamos los tobillos la actitud intermedia entre pasar a la defensiva (cruzar las piernas) y actitud de confianza (separar las piernas). Lo mismo puede significar colocar el pie en una varilla de la silla o en algún lugar semielevado (una actitud intermedia).
Los ojos muy abiertos, denotan sorpresa, admiración, mientras que los ojos más cerrados o forzadamente cerrados denotan desconfianza, seriedad, desaprobación. Las personas que miran a los ojos suelen inspirar más confianza y ser más sinceras que las que rehúyen la mirada. Según Allan P, la mirada puede ser: de negocios, la franja comprendida entre los ojos y la frente. Mirada social, que comprende la franja entre los ojos y la boca. Y la mirada íntima que comprende la franja situada entre los ojos y el pecho, pudiendo llegar a recorrer prácticamente todo el cuerpo. Las miradas de reojo suelen demostrar complicidad o una duda, en espera de analizar otro gesto o actitud.
Cuando fumamos, también se envían señales a nuestros interlocutores. Cuando se echa el humo hacia arriba, está demostrando un alto grado de seguridad y una actitud positiva. Cuando se echa al frente denota una actitud de entendimiento, de acuerdo con nuestro interlocutor. Y cuando se echa hacia abajo, denota una actitud negativa, de rechazo. Si se golpea muchas veces el cigarrillo contra el cenicero, es signo de inseguridad, de falta de confianza. También si se enciende un cigarrillo, y se apaga muy pronto a las pocas caladas, significa un deseo de terminar la conversación. Los fumadores de pipa, según algunos estudios, son más cautelosos y reposados para tomar las decisiones, que los fumadores de cigarrillos.
En determinadas ocasiones podemos observar que en algunas reuniones se imitan gestos seguramente de forma involuntaria. Esto significa que pensamos de la misma manera que la persona a la que estamos imitando algunos gestos. Es un signo de concordancia con las posturas, o también puede significar un paso de acercamiento a las posturas de su interlocutor. Es una manera de tratar de ganarnos la confianza de nuestro interlocutor. Hay que procurar no imitar de forma voluntaria todos los gestos, ya que podría volverse contra nosotros, y entrar en actitudes más desafiantes y negativas, lo que no sería nada bueno.
Aunque sería tema para cientos de páginas, los gestos son tan variados como las personas, y como las situaciones en las que nos encontremos. Por ejemplo, apoyar la patilla de las gafas en la boca, significa que estamos pensando o evaluando una determinada propuesta, o que necesitamos más tiempo para evaluarla. Mirar por encima de las gafas, puede interpretarse como una actitud de incertidumbre o desconfianza, como si deseáramos un análisis más profundo de la situación. Las actitudes no verbales, como hemos visto pueden darnos unas buenas pistas a la hora de saber que actitud tienen nuestros interlocutores en muchas conversaciones y reuniones.
Fuente: http://www.protocolo.org

lunes, 11 de marzo de 2013

¿Por qué mentimos?


Las razones profundas de un recurso efectivo, pero doloroso para el otro
Para conseguir cosas, o para no perderlas o para hacer más bella la realidad. Muchas son las causas de la mentira. La cuestión es saber por qué la decimos y qué cosas “disfraza” ella de nuestra vida.
Solemos decir que odiamos la mentira, que no la toleramos, sin embargo nadie deja de decirlas. La usamos para obtener algo, para no perderlo, o simplemente como manera de embellecer o disimular algunos aspectos poco atractivos de la realidad. Según Watzlawick hay una “realidad inventada”. La mentira es uno de los recursos propios de la especie, todos los animales engañan, pero sólo nosotros, poseedores del lenguaje, podemos mentir.
La definición de mentira
Según el diccionario de la Real Academia es: “Expresión contraria a la verdad”. Mentira deriva de mens, que en latín significa mente, pues lo falso es pura invención de la mente. Mentir: “Dar a entender algo que no es verdad/ inducir a error, engañar”.
Nosotros para entendernos y compartir un código común diremos que la mentira es aquella falta intencional a la verdad. Si la mentira, o el ocultamiento se convierten en una práctica habitual, o centra la vida del individuo como es el caso de los secretos familiares, las consecuencias para la salud pueden llegar a ser graves. Una vida tejida con una trama de mentiras y ocultamientos equivale a una vida no saludable, con consecuencias psíquicas y somáticas, porque implica sostener ideales de bienestar a costa de un profundo miedo y una gran desconfianza en la propia capacidad para enfrentar las cosas. Por otra parte si alguien jamás hubiera mentido, en caso que eso fuera posible, estaríamos frente a alguien que todavía no se ha individualizado como persona. La mentira individualiza al niño, lo separa de su madre en tanto sujeto diferente a ella. Esto de alguna manera lo intuyen los adultos que suelen festejar esa picardía del niño.
LA HISTORIA DE LA NO VERDAD
• La historia de la humanidad comenzó con una mentira, y según la Biblia es la responsable de nuestra caída. Pero no en todas partes el juicio es tan negativo.
• En el Corán se dice: “La mentira es más un arte, una cualidad, que un pecado… cuando la verdad no trae más que sufrimientos”.
• Tampoco nos podemos olvidar de un clásico de la literatura oriental “Las mil y una noches” donde la mentira bien contada salva la vida de la protagonista y de otras doncellas.
• En Occidente la mentira no tiene tan buena prensa, quizás porque el concepto de verdad y la posibilidad de poseerla ha dado poder a muchos.
MENTIRA Y GÉNERO
Siendo como es un producto de nuestra mente, y por lo tanto de nuestra historia, de nuestras creencias, de nuestros vínculos, no es lo mismo la mentira de la mujer que la del hombre. Es imposible decir quién miente más si el hombre o la mujer, lo que sí podemos afirmar es que son mentiras diferentes.
LA MENTIRA EN LA MUJER
• Las mujeres somos más proclives a mentirnos a nosotras mismas porque socialmente estamos atravesadas por exigencias que, muchas veces van en contra de nuestros intereses e instinto.
• Se dice que la mujer es antes que nada “madre” y esto implica alguien heroico, generoso, capaz de prodigarse hasta el sacrificio, que su mayor ambición es servir al otro, y su satisfacción es dar felicidad a quienes ama. Ha sido educada para dar, ya sea a sus padres, hermanos menores, esposo, hijos. Durante siglos una buena mujer era la que no tenía deseos propios, de ahí que tuvo que aprender a resignarlos, aguantarlos, cuando no a disfrazarlos.
• El problema es que nosotras compramos ese ideal y muchas veces no sólo le mentimos a los otros para no defraudar sus expectativas, sino que también lo hacemos con nosotras mismas. Las mujeres pasamos sin solución de continuidad de “Santas“ a “Brujas”.
• Una mujer convencida de que si piensa primero en ella, es “egoísta”, una mujer para quien la rivalidad entre mujeres es inconcebible, una mujer que se exige satisfacer las expectativas de todos los que ama, esa mujer no puede sino mentirse.
• Para que podamos ser sinceras en primer lugar tenemos que habilitar nuestros deseos, y sentimientos.
• Decimos que las mentiras de las mujeres suelen ser emocionales porque lo que las ha puesto en juego suelen ser sentimientos: de envidia, humillación, celos, bronca que no nos atrevemos a mostrar para no caer en la polaridad temida y rechazada: la bruja.
LA MENTIRA DE LOS HOMBRES
• El hombre, por lo general, miente para sacar ventaja, para eludir responsabilidades, o para no tener que decir abiertamente que no.
• En general no vive sus mentiras con culpa porque las considera una necesidad y hasta es probable que ni siquiera considere que esté mintiendo.
• Al estar más disociado, sus mentiras quedan prácticamente encapsuladas, eso significa que no complican el resto de las áreas de su vida.
• Claro que hay casos en que toda la vida es una mentira, pero esto ya excede la mentira normal y entra en lo patológico, como es el caso de la película: “El Adversario”.
SUS EFECTOS EN EL OTRO
• Por lo general la mentira enoja y produce dolor, y no sólo porque el destinatario de la mentira se siente confundido y haya perdido con su interlocutor un código común, sino porque se siente excluido, se le ha roto la ilusión de unión con la persona que le mintió. De ahí que las mentiras más dolorosas son las que nos dicen las personas muy cercanas y amadas.
• La fantasía de ser uno con el otro, de que no hay nada que lo separe, se ha roto. Quien miente sabe que el otro es diferente a él, que está fuera y puede ocultarle el contenido de sus pensamientos. Aunque el motivo de la mentira sea no perder al otro, porque se lo ama y valora, en el instante que una persona miente está dejando a su interlocutor fuera de sí, se produjo un quiebre entre ambos.
• Hay veces que los destinatarios de las mentiras son cómplices del mentiroso.  Saben que le están mintiendo y no quieren descubrirla. En general, esto obedece a la comodidad, o al miedo.
• Por último ¿qué pasa con los que desconfían permanentemente, los que buscan pruebas de todo? Éstos probablemente jamás se hayan sentido unidos a nadie. Son los desconfiados, que permanentemente se sienten excluidos, y es probable que desde esta postura, utilicen ellos mismos la mentira como recurso.
¿POR QUÉ MENTIMOS?
… para conseguir algo que creemos no poder lograr por otros medios.
La mayor parte de nuestras mentiras obedecen al impulso de aparentar lo que no somos; y éste no es asunto menor, pues parece indicar que la mentira supone el reconocimiento implícito de la propia insignificancia (supuesta o real), la vaga sospecha de no ser, por uno mismo, suficientemente merecedor de interés o atención. Alguien lo bastante satisfecho de sí  no necesita recurrir a la mentira para adornarse con cualidades imaginarias o para desfigurar hasta la exageración las existentes. Es por eso que para algunos la mentira es una forma pervertida de la humildad (Alfonso Fernández Tresguerres).
Para no pagar precios.
Para no renunciar.
Para conseguir cosas.
Para proteger un mundo de ilusión.
Para crear un mundo perfecto.
Mentimos cuando carecemos de recursos frente a una realidad determinada, por eso no son las situaciones las que nos llevan a mentir, sino nosotros quienes despojados de otras herramientas apelamos a ella para no aceptar una frustración.
Cuando una madre le dice a su hijito que el abuelo se fue al cielo, no lo hace por el niño tal como ella pretende, sino por ella, ya que le resulta insoportable la idea de la muerte.
Para no perder, sea lo que fuere esté en juego: estima, honor, consideración, amor, dinero, trabajo, etc.
Mentimos siempre por nosotros mismos, pero pocos son los que asumen esta verdad, en general decimos que lo hacemos por el otro, o porque las circunstancias lo requerían.
De esto podemos deducir una primera premisa:
“Siempre que mentimos lo hacemos por nosotros mismos”.
CÓMO DESCUBRIRNOS A PARTIR DE LAS MENTIRAS:
Cuando alguien nos mienta, o nosotros lo hagamos pensemos:
¿Cuál es el propósito de la mentira?
¿Qué quiere obtener, o qué no perder?
¿Qué recurso debería tener para no mentir?
¿Qué fantasía hay detrás de la mentira?
¿Qué ilusión está preservando?
¿Qué pasaría si renunciara a aquello que intenta preservar o ganar?
Es importante tener en cuenta que la mayoría de las veces descubrimos que los efectos de la verdad son menos catastróficos de lo que creemos.
Fuente:
http://www.revistabuenasalud.cl/por-que-mentimos/
Asesoramiento: doctora Graciela Moreschi, médica psiquiatra.

lunes, 4 de marzo de 2013

¿Cómo comunicarme con mi hijo?


Durante los primeros años la relación con los hijos resulta tranquila. Ellos disfrutan estando con sus padres, les admiran y les cuentan todo. Es la época ideal para sentar las bases de una buena comunicación, antes de que sean adolescentes.
Ser capaz de comunicarse con los hijos, es quizás una de las habilidades más importantes que deben de tener los padres. Si los hijos saben que pueden compartir con sus padres sus sentimientos, se sienten valorados y seguros. La buena comunicación es esencial para enseñar a los hijos a auto valorarse, a resolver problemas, y a llevarse bien con los demás.
La comunicación comienza muy pronto, cuando nuestro hijo no ha adquirido todavía el lenguaje, a través de la comunicación no verbal entre madre e hijo: balbuceos, risas, llantos etc. A partir de que el niño habla, 2, 3 años, comienza la etapa ideal para asentar el vínculo de la comunicación. Se puede ya compartir sentimientos, deseos, fantasías o miedos. Cuanta más intimidad se comparta en la familia, la comunicación se hace más constante y permanente, más duradera y más difícil de destruir.
La comunicación cuando los hijos son pequeños es esencial porque, cuando los hijos crecen, disminuye el control que los padres ejercen sobre ellos. Cuando los padres dejan de tener influencia directa en el entorno inmediato del niño, cuando los amigos ocupan un papel importante, lo más efectivo es un diálogo abierto y sincero. Si los padres no tienen capacidad para comunicarse con los hijos, se ven atrapados en una lucha constante de poderes.
"Me cuesta comunicarme con mi hijo, y eso que me intereso mucho por lo que hace, pero nunca sigue mis consejos ni confía en mí cuando tiene problemas." ¿Te has sentido así alguna vez? ¿Crees que necesitas revisar la manera de comunicarte con tu hijo? Escuchar atentamente es el primer paso que nos permitirá conocer qué preocupa al niño y cuál es su estado emocional.
¿Alguna vez te preguntaron cuando eras pequeño, si tenías algún problema? Pues los niños también tienen problemas. El mundo emocional del niño es tan o más complejo que el del adulto, lo que dificulta el entendimiento entre ambos y hace imprescindible que los padres aprendamos el arte de la comunicación para garantizar que decimos lo que queremos decir y, a la vez, escuchamos lo que realmente el niño siente y quiere decir. Esto puede parecer una insignificancia, pero en las relaciones cotidianas, los conflictos, la sobrecarga de trabajo y el cansancio ponen las relaciones entre padres e hijos en constante jaque.
Nosotros, como adultos, confiamos nuestros sentimientos, problemas y ansiedades sólo a aquella o aquellas personas que sabemos que realmente nos prestarán toda su atención y nos escucharán más allá de las palabras. A los niños les ocurre lo mismo. Y cuanto más pequeño es el niño, más necesita que prestemos oídos y atención a sus conflictos cotidianos por mucho que a nosotros, en ocasiones, nos parezcan insignificantes.
Las palabras que utilizamos como respuesta a las explicaciones de un niño pueden facilitar que continuemos el diálogo o bloquearlo. Veamos el ejemplo siguiente:
Santiago es un niño de 4 años, y al salir de clase la maestra le dijo a su madre:
- Hoy he tenido que castigarle con otros niños en unas sillas aparte porque no querían volver del recreo.
Su madre podía haber contestado:
- ¿Cómo es eso Santi? Debes hacer caso a tu maestra y entrar en clase cuando ella lo dice.
Y ahí se habría acabado la conversación. La madre no habría dejado espacio para la comunicación ni de los sentimientos ni de la situación personal vivida por el niño en el recreo.
Veamos cómo respondió su madre y qué sucedió:
Maestra: - Hoy he tenido que castigar a Santiago con otros niños en unas sillas aparte porque no querían volver del recreo.
Madre, tomándolo en brazos y alejándose: - ¿Cómo te has sentido cuando la señorita te ha castigado?
Santiago: - Mal, muy mal.
Madre: - ¿Por qué crees que te ha castigado?
Santiago: - Porque no entrábamos en clase. Pero es que yo estaba jugando con mis amigos en el tobogán y no quería entrar.
Madre: - ¿Y crees que tenías que entrar o quedarte en el patio?
Santiago: - Tenía que entrar.
En el primer diálogo, para el niño, la intervención de su madre resulta vacía de contenido puesto que él ya ha llegado a la conclusión de que debe entrar en clase cuando la maestra lo llama , sin embargo, no se toma en cuenta cómo se ha sentido, cómo ha vivido la situación. Mientras que, en el segundo, lo que el niño recibe es: "A mi madre realmente le interesa lo que siento y lo que pienso".
Existe una tipología de padres basada en las respuestas que ofrecen a sus hijos y que derivan en las llamadas conversaciones cerradas, aquellas en las que no hay lugar para la expresión de sentimientos o, de haberla, éstos se niegan o infravaloran:
Los padres autoritarios:
Temen perder el control de la situación y utilizan órdenes, gritos o amenazas para obligar al niño a hacer algo. Tienen muy poco en cuenta las necesidades del niño y transmiten el mensaje de que los padres no están interesados en lo que el niño sienta o tenga que decir. Se erigen en la autoridad por la fuerza.
Los padres que hacen sentir culpa:
Interesados (consciente o inconscientemente) en que su hijo sepa que ellos son más listos y con más experiencia, estos padres utilizan el lenguaje en negativo, infravalorando las acciones o las actitudes de sus hijos. Comentarios del tipo "no corras, que te caerás", "ves, ya te lo decía yo, que esa torre del mecano era demasiado alta y se caería" o, "eres un desordenado incorregible". Son frases aparentemente neutras que todos los padres usamos alguna vez. El problema es que sean tan habituales que desmerezcan los esfuerzos de aprendizaje de nuestro hijo y le conviertan en una persona dubitativa e insegura.
Los padres que quitan importancia a las cosas:
Es fácil caer en el hábito de restar importancia a los problemas de nuestros hijos, sobre todo, si realmente pensamos que sus problemas son poca cosa en comparación a los nuestros. Comentarios del tipo: "¡bah, no te preocupes, seguro que mañana vuelves a ser amigas!", "no será para tanto, seguro que apruebas, llevas preparándote toda la semana". Pretenden tranquilizar inmediatamente a un niño o a un joven en medio de un conflicto, pero el resultado es un rechazo casi inmediato hacia el adulto que se percibe como poco o nada receptivo a escuchar. Con este tipo de respuestas sólo lograremos alejar a nuestro hijo de nosotros y comunicarle que no nos interesan ni sus problemas ni sus sentimientos o que los consideramos de poca importancia, opinión de la que es fácil derivar "luego, yo tampoco les intereso".
Los padres que dan conferencias:
La palabra más usada por los padres en situaciones de "conferencia o de sermón" es: deberías. Son las típicas respuestas que pretenden enseñar al hijo en base a nuestra propia experiencia, desdeñando su caminar diario y sus caídas. "Deberías estar contento, la fiesta de cumpleaños ha sido un éxito" o "deberías saber que tu profesor sólo quiere lo mejor para ti". Así estamos dejando de escuchar y de interesarnos por lo que realmente el niño o el joven está sintiendo o pensando. Después de respuestas de este tipo, nuestro hijo dará media vuelta y probablemente pensará: "ya está otra vez diciéndome lo que tengo que hacer, ¡qué molesto es eso!".
Escuchar es un arte que implica en la misma proporción a la razón y al corazón. Descuidar uno desnivelará la balanza y perderemos el equilibrio necesario entre la corrección y la ternura, o entre la educación y el amor. Escuchar ha de implicarnos totalmente. Cuando nuestro hijo se acerca lloroso, apesadumbrado, disgustado, dolido o desengañado, debemos no sólo escuchar las palabras, sino también conectar con él (lograr empatía). Miremos sus ojos, su corazón, sus sentimientos y emociones más profundas y sintámonos seres privilegiados por poder estar a su lado y ser con nosotros con quienes comparte sus ansias y desvelos, y démosle entonces las palabras de aliento y el abrazo necesario que les lleve a poder VIVIR Y APRENDER como seres autónomos y emocionalmente estables.
Pequeños consejos para mejorar la comunicación entre padres e hijos:
Poner en práctica estas recomendaciones mejorará el clima familiar para facilitar la comunicación y la confianza entre niños y adultos, entre padres e hijos, y acercará posturas.
- Al dar una información, busca que siempre sea de una forma positiva.
- Obedecer a la regla de que "todo lo que se dice, se cumple".
- Empatizar o ponernos en el lugar del otro.
- Dar mensajes consistentes y no contradictorios.
- Escuchar con atención e interés.
- Crear un clima emocional que facilite la comunicación.
- Pedir el parecer y la opinión a los demás.
- Expresar y compartir sentimientos.
- Ser claros a la hora de pedir algo.
La mayoría de problemas del día a día de la convivencia familiar se resolverían, si nos esforzáramos por tener una buena comunicación con nuestros hijos. Hay muchas formas de hacerlo. Se puede hacer con un gesto, se puede hacer con una mirada de complicidad, se puede hacer con la palabra, escuchando música, leyendo, haciendo deporte...También nos podemos comunicar silenciosamente. Sólo contemplando unos padres junto a la cama de un hijo enfermo, mimándolo o dándole la mano vemos el máximo de comunicación. El silencio se hace necesario por el reposo de su hijo, pero la comunicación no debe faltar.
Fuente: