lunes, 11 de febrero de 2013

Locus de control internos frente a locus de control externos


¿Sabes qué es el Locus de Control?
La Teoría del Aprendizaje Social de Rotter (1981), explica la conducta humana en términos de una continua interacción entre los determinantes cognitivos, conductuales y ambientales. Esta teoría otorga una función importante a las expectativas de control del reforzamiento a través del concepto Locus de Control.
Cuando un sujeto percibe que un determinado evento reforzador es contingente con su propia conducta, esto es, considerar que ejerce influencias importantes sobre el curso de su propia vida, se dice que tiene un control interno del refuerzo; si por el contrario, un sujeto percibe un refuerzo como una consecuencia indirecta de su comportamiento y posee la creencia de que estos acontecimientos están determinados por fuerzas externas fuera de su alcance, tal como la suerte o el destino, se dice entonces que tiene un control externo del refuerzo.
El concepto de Locus de Control se refiere al grado con que el individuo cree controlar su vida y los acontecimientos que influyen en ella. En términos generales, constituye una expectativa generalizada o una creencia relacionada con la previsibilidad y estructuración del mundo.
Se ha señalado que se puede considerar que el mayor o menor control conductual percibido está formado por dos elementos, uno interno orientado a la auto-dirección, y otro externo, correspondiente a factores ajenos al sujeto, orientados a otras personas, o al azar, y que dificultarían o facilitarían, la realización de la conducta que permite obtener o eliminar premios o castigos. En este sentido el, locus de control es una relación entre la conducta del individuo y las consecuencias de ésta.
Rotter en su Teoría del Aprendizaje Social expresa que se pueden distinguir tres tipos de individuos:
Los Internos, que creen que el mundo es ordenado y sienten que tienen control sobre los acontecimientos que les suceden.
Los Externos "otros", que creen que el mundo es ordenado, pero otras personas, a las que consideran más poderosas, son las que tienen control sobre sus acciones.
Los externos "suerte", que creen que el mundo es desordenado y ni ellos ni nadie puede hacer nada para cambiarlo y que por lo tanto dependen de la suerte, el azar o el destino.
Se ha calculado que un buen setenta y cinco por ciento de la gente en nuestra cultura tienen una orientación de personalidad más externa que interna. Esto quiere decir que es muy probable que tú encajes en esta categoría con mayor frecuencia que en la otra.
¿Qué quiere decir ser “externo” en tu locus de control? En esencia ser “externo” quiere decir que tú responsabilizas de tu estado emocional, en tus momentos presentes, a alguien o algo externo que está fuera de ti mismo. Si te preguntaran: “¿Por qué te sientes mal?” y tú contestaras con respuestas como: “Mis padres me tratan mal”, “Ella me ofendió”, “Mis amigos no me quieren”, “No tengo suerte” o “Las cosas no van bien”, ello significaría que estás dentro de esta categoría externa. Y por lo mismo, si te preguntaran por qué eres tan feliz y tú contestaras: “Mis amigos me tratan bien”, “Mi suerte ha cambiado”, “Nadie me está fastidiando” o “Ella se arriesgó por mí,” querría decir que aún estás dentro de un marco de referencia externo atribuyéndole la responsabilidad de lo que tú sientes a alguien o algo que está fuera de ti.
La persona que tiene un “locus” de control interno es la que coloca firmemente sobre sus propios hombros toda la responsabilidad por lo que él mismo siente, y este tipo de persona es muy rara dentro de nuestra cultura.
Al hacerle ese tipo de preguntas, contesta con respuestas interiormente dirigidas como: “Lo que me digo a mí mismo es un error”, “Le doy demasiada importancia a lo que dicen los demás”, “Me preocupa lo que pueda decir la demás gente”, “No soy lo suficientemente fuerte para evitar ser desgraciado” y “No tengo habilidad suficiente para impedirme a mí mismo el no ser desdichado”.
Del mismo modo, cuando la persona con coherencia interior está en buena situación contesta con referencias que empiezan con un “Yo” o “A mí”, como por ejemplo: “Yo trabajé duro para ser feliz”, “Yo he logrado que las cosas me funcionen”, “Me estoy diciendo a mí mismo cosas positivas”, “Yo soy responsable de mí mismo y es aquí donde quiero estar”.
En relación a esto, sólo una cuarta parte de la gente asume la responsabilidad de sus propios sentimientos , el resto le echa la culpa de los mismos a causas externas.
¿Dónde encajas tú?
Virtualmente todas las normas y las tradiciones son impuestas por fuerzas externas, es decir que provienen de algo o alguien que se encuentra fuera de ti mismo. Si estás recargado de “debes” y eres incapaz de romper con los convencionalismos prescritos por los demás, entonces quiere decir que estás en el grupo de los “externos”. En otras palabras, casi todas las personas tenemos un locus de control externo porque culturalmente así se nos ha educado desde muy pequeños. No es raro escuchar que al pequeñín cuando está aprendiendo a caminar y se pega con un mueble o se cae, se le diga: “Mala silla, vamos a pegarle porque le pegó al niño”. Quizá la intención sea buena y se trate de distraer al niño ante el golpe; sin embargo, la pregunta es: ¿tiene vida la silla y fue a golpear al niño, o de repente camino sola y se puso justo enfrente de él para que tropezara?
Partiendo del concepto de locus interno y externo, es probable que lo más sano sería dejar llorar a la criatura, consolarla, y cuando esté más tranquila, mostrarle con qué se golpeó, explicarle y enseñarlo a tener más cuidado.
La Dra. Graciela E. Prepelitchi, Palermo, Buenos Aires, Argentina, nos da otro ejemplo de esto:
La actitud de una paciente que vino a verme hace poco es un excelente ejemplo de este tipo de pensamiento externamente dirigido. La llamaremos Bárbara. Su mayor problema era la obesidad, pero también tenía una cantidad de pequeñas carencias y conflictos. Cuando empezamos a hablar de su problema de exceso de peso, ella me dijo que siempre había sido demasiado gorda porque tenía un problema de metabolismo y porque su mamá la había obligado a comer cuando pequeña. Según Bárbara, el cuadro de sobrealimentación continuaba en la actualidad porque su marido no se ocupaba de ella y sus niños eran muy desconsiderados. Ella lo había probado todo: “Vigilantes del Peso”, píldoras, una serie de médicos especialistas en dietética, incluso, la astrología.
El tratamiento de psicoterapia conmigo sería su última tentativa. Si yo no lograba hacerla perder peso, me dijo, nadie lo lograría.
Tal como Bárbara contaba su historia y analizaba su propio dilema no me sorprendió que no pudiera perder aquellos kilos indeseables. Todo y todos conspiraban contra ella: su madre, su marido, sus niños, incluso, su propio cuerpo y las estrellas. El “Vigilante del Peso” y los médicos especialistas podían ayudar a personas menos problemáticas, pero en el caso de Bárbara las desventajas eran demasiado grandes.
Bárbara era un ejemplo clásico de pensamiento externo. Su madre, su marido, sus hijos, y una parte incontrolable de su propio cuerpo, eran los responsables de su gordura. Ésta nada tenía que ver con sus propias elecciones de comida, de comer demasiado y en ciertos momentos. Además, sus tentativas para aliviar esta situación eran dirigidas hacia el exterior, así como también lo eran sus percepciones del problema en sí.
En vez de reconocer que era ella la que había elegido comer demasiado en el pasado y que tendría que aprender a hacer nuevas elecciones si quería perder peso, Bárbara recurría a otra gente u otras cosas; las convenciones aceptadas por la sociedad para los casos de necesidad de pérdida de peso.
Cuando todos sus amigos optaron por ir a los “Vigilantes del Peso”, Bárbara fue también. Cada vez que uno de sus amigos descubría un nuevo médico especialista en problemas de obesidad, Bárbara era la primera en acudir a él para pedirle ayuda.
Al cabo de varias semanas de tratamiento, Bárbara empezó a reconocer que su infelicidad y sus problemas eran producto de sus propias elecciones y no de las actitudes de los demás. Empezó reconociendo que simplemente comía demasiado, más de lo que realmente quería algunas veces y que no hacía suficiente ejercicio.
Como primera medida, decidió cambiar sus hábitos alimenticios exclusivamente con autodisciplina. Aprendió que podía manipular su propia mente y eligió hacerlo. Decidió que la próxima vez que tuviera hambre se gratificaría a sí misma con pensamientos sobre su propia fuerza interior en vez de comerse una galleta. En vez de echarles la culpa a su marido e hijos por comer demasiado, impulsada a ello por lo mal que la trataban, empezó a ver que se había estado haciendo la mártir durante años implorándoles virtualmente para que la explotaran. Desde que Bárbara empezó a exigir que la trataran bien, descubrió que su familia estaba deseando hacerlo, y en vez de buscar consuelo en la comida, encontró gratificación y plenitud en relaciones basadas en amor y respeto mutuos.
Bárbara decidió, incluso, pasar menos tiempo con su madre, quien a su entender, dominaba su vida arruinándola con un exceso de comida. Cuando Bárbara reconoció que su madre no la dominaba y que podía verla cuando quisiera, no cuando su madre decía que debía hacerlo e igualmente que ella no tenía que comerse ese trozo de pastel de chocolate simplemente porque su madre decía que debía comérselo, empezó a disfrutar de los momentos que pasaban juntas en vez de molestarse.
Finalmente Bárbara se dio cuenta de que la terapia no tenía nada que ver con nada que estuviera fuera de ella misma. Yo no podía cambiarla. Ella tenía que cambiarse a sí misma. Esto tomaría su tiempo, pero gradualmente con gran esfuerzo Bárbara cambió sus “debes” externos por normas internas basadas en su propio criterio. Ahora no sólo está más delgada sino que es también más feliz. Ella sabe que no es feliz por su marido, ni por sus hijos, ni por su madre ni por las influencias astrales. Sabe que se lo debe a sí misma pues ahora es ella quien controla su propia mente.
Los fatalistas, los deterministas y la gente que cree en la suerte están en el grupo de los externos. Si tú crees que tu vida ha sido planificada para ti de antemano y que sólo necesitas caminar por los caminos adecuados, quiere decir que estás bien provisto de todos los “debes” que sirven para mantenerte dentro de tu mapa de caminos previamente trazados.
Nunca lograrás tu propia realización si persistes en dejarte controlar por fuerzas externas.
El ser eficiente y positivo no implica la eliminación de todos los problemas que se te presentan en la vida. Lo que sí implica e importa es el mover el locus de control del exterior al interior. De esa manera te responsabilizas tú mismo, personalmente, de todo lo que experimentas emocionalmente.
Tú no eres un robot que manejas tu vida por control remoto, un control lleno de reglas impuestas por otras personas y por reglamentos que no tienen sentido para ti.
Tú puedes analizar más detenidamente estas “reglas” y empezar a ejercitar un control interno sobre tu propio pensamiento, tus propios sentimientos y tu propio comportamiento.
Fuente:
http://centinela66.wordpress.com: Material enviado por la Lic. Graciela E. Prepelitchi –Palermo – Buenos Aires – Argentina
www.psicologosclinicos.com

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