“El descubrimiento consiste en ver lo que
todos han visto y pensar lo que nadie ha pensado” Albert Szent-Gyorgy
Muchos de los
grandes hallazgos a lo largo de la historia han sido fruto de serendipias, pero…
¿Qué es una serendipia?
Cuando pensé en hacer este estudio sobre
descubrimientos curiosos en química, ni yo misma sabía la dirección que iba a
tomar este trabajo. En principio, pretendía enumerar algunos hallazgos
interesantes a lo largo de la historia, intentando hallar algún atisbo de algo
más profundo, (dándole el punto de vista acropolitano), pues dudo mucho que
estos descubrimientos fueran fruto del azar. Y como suele suceder, conforme iba
indagando más en el tema, en tantos descubrimientos por accidente, descubrí la
“serendipia” y todo lo que la rodea, con lo que mi enfoque cambió radicalmente.
De este modo, lo que pretendo no es citar hallazgos o anécdotas, sino que estos
me sirvan de apoyo para hablar de lo que realmente me interesa, que es tratar
de entender qué lleva a un ser humano a hacer un gran descubrimiento. En este
proceso intervendrán muchos factores, pero con seguridad, el factor más
determinante será aquel que no es palpable, que sólo vive en nuestra
imaginación y en la de todos estos científicos que, antes que estudiosos, eran
soñadores y pioneros. Les invito, pues, a adentrarnos en el mágico mundo de la
“serendipia”…
Las serendipias en la historia
¿Te puedes imaginar a Calvin, premio Nobel de
Química en 1961, sentado en su coche esperando a que su mujer terminara de
hacer unos encargos, cuando le vino la inspiración para explicar la
fotosíntesis de las plantas? ¿O a August Kekulé, que soñó con átomos y
moléculas que formaban cadenas serpenteantes que se retorcían, y una de ellas
se convirtió en una serpiente que se mordió la cola, formando un círculo y
girando con gran rapidez sobre sí misma, lo cual dio origen a la explicación de
la molécula del benceno? Eso eran serendipias, sí, descubrimientos o hallazgos afortunados e
inesperados. También conocidas por este nombre la casualidad, la coincidencia o un accidente. Sin duda, maneras
muy románticas de hallar algo. Así, muchas de ellas, han ocurrido en las
ciencias, como hemos comentado anteriormente, incluso Albert Einstein dijo haber sido víctima de esta casualidad en algunos de
sus hallazgos.
También en la literatura son bien conocidas,
por ejemplo, Stevenson el creador del personaje del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, tuvo
un sueño que fue el que le sugirió las ideas para la creación de este
personaje. Fruto de estos descubrimientos accidentales también han sido las
patatas fritas, los rayos X, la penicilina, el principio de Arquímedes, los microondas,
o la viagra. Pero no sólo los científicos o escritores son testigos de las serendipias,
nosotros también podemos presenciarlas en nuestra vida cotidiana. ¿No has llegado
alguna vez “por casualidad” a algo que buscabas en Internet?
¿Y de dónde
procede la palabra serendipia?
“Serendipia” es una curiosa palabra asociada a otros
hechos también curiosos. Probablemente no conozcan esta palabra, y de hecho, si
la buscan en el diccionario no aparece, porque este término no ha sido aceptado
aún oficialmente.
La “serendipidad” podría definirse como
“la facultad de hacer un descubrimiento o un hallazgo afortunado de manera
accidental”, o también, “encontrar soluciones a problemas no planteados, sin
buscarlas siquiera”. Sí existe, en cambio, la palabra “Serendipity”, aceptada
por la Academia de la lengua inglesa. Y en nuestro idioma, existe el término
coloquial “chiripa”, que podría ser considerado un sinónimo de “serendipia”.
Históricamente,
esta palabra se extrajo del relato “Los tres príncipes del Serendip”, que se
cita en la obra La historia de Simbad de las mil y una noches. Les resumo
el relato: “Había una vez un reino exótico y oriental llamado Serendip (parece
ser que se podría situar en Sarandib o Serandib, denominación ancestral de la
isla de Ceilán/Sri Lanka, o quizá Serendip siempre existió en Persia, el reino
de los cuentos). En dicho reino, había tres príncipes que tenían el don del
descubrimiento fortuito. Ellos encontraban, sin buscarla, la respuesta a
problemas que no se habían planteado; gracias a su capacidad de observación y a
su sagacidad, descubrían accidentalmente la solución a dilemas impensados”. Tan
peculiar le debió de parecer este relato a Horace Walpole, en el siglo XVIII,
que inventó al efecto la expresiva palabra “Serendipity” para denominar a todos
esos descubrimientos producidos por la combinación de sagacidad y accidente.
El proceso serendípico
La historia
está llena de descubrimientos “serendípicos”, es decir, que la “serendipia” nos
conduce a resultados importantes.
Las fases del proceso podrían ser las siguientes:
•
existe un problema
•
existe un sujeto con el problema
•
el sujeto está buscando una solución
•
el sujeto encuentra la solución por accidente
Pero esto nos
conduce a una segunda cuestión: ¿cómo sabe el sujeto que “eso” que ha
descubierto es la solución? Aquí intervienen muchos factores, pero, por encima
de todo, existe sagacidad e intuición. El sujeto busca algo específico que
encaje en el problema como una llave en una cerradura. Esto supone que debe
estar atento y alerta, y que además sabe perfectamente qué falta, y lo espera.
Por eso, la “serendipia” no es un accidente, no es una casualidad, ni tampoco
buena suerte, pero lo parece. Para quien está fuera del problema, llegar a la
solución es fruto del azar, un regalo de los dioses. Quien está en el problema,
en cambio, está atento, tenso, para cazar la respuesta al vuelo cuando se le
presente, y en este caso, llegar a la solución no es una casualidad. La
“serendipia” no es magia, pero en el proceso “serendípico” interviene la magia
porque la solución surge de modo inesperado y del rincón más oculto de nuestro
ser.
ALGUNOS
DESCUBRIMIENTOS ASOMBROSOS EN QUÍMICA
a)
Mendeleyev y la invención de la tabla periódica
Muchos habían
intentado crear una tabla periódica para ordenar los elementos, pero
conseguirlo parecía una utopía, pues los elementos tenían propiedades muy
diferentes. Sólo alguien con una inspiración fértil y con el valor para
desafiar el saber convencional iba a resolverlo: Dmitry Mendeleyev, un
siberiano que quería que la ciencia se pusiese al servicio del mundo. Él intuía
que existía un lazo de unión entre los elementos; por eso, hizo 63 cartas, una
por elemento, donde se incluían sus propiedades y su peso atómico (entonces
solo se conocían 63 elementos), e intentaba ordenarlos continuamente. Un día,
en sueños, le vino la solución, y al despertar, empezó a ordenarlos. Así,
distribuyó los elementos en siete grupos (precisamente usó el siete como número
de ordenación natural: siete planos, siete notas, siete colores del arco
iris…). Él no había hecho ningún experimento, pero su ingenio era tal que sabía
que su tabla periódica no era perfecta porque faltaban elementos por descubrir,
Así describió las propiedades de tres elementos aún no descubiertos, para los
que dejó un hueco concreto en la tabla. Años después, todas sus predicciones se
hicieron realidad, pues tres elementos fueron descubiertos y estos cumplían al
pie de la letra lo vaticinado por él.
b) Daguerré
y la fotografía
Daguerré quería
conseguir fijar una imagen fotográfica con la máxima nitidez posible, pero con
ninguno de los productos que había experimentado había tenido éxito.
Un día guardó
varias placas con las que había estado experimentando en un armario, y, cuando
días después las sacó, vio que en ellas la imagen aparecía clara. Este había
sido el accidente, pero el descubrimiento procede de la sagacidad de Daguerré
al concluir que alguno de los compuestos químicos del armario era el causante.
El mercurio de un termómetro se derramó, y el vapor de mercurio había causado
el milagro, convirtiendo a Daguerré en el pionero de la fotografía. Él dijo:
“la buena fortuna me llevó a ello”.
c) Goodyear
y la vulcanización del caucho
Charles
Goodyear estaba decidido a fabricar caucho sintético resistente a los cambios
bruscos de temperatura. Tras muchos intentos, completamente obsesionado con
hallar la solución, se le ocurrió mezclar azufre con el caucho que
accidentalmente cayó sobre una cocina caliente, y, para su sorpresa, no se
fundió sino que se carbonizó lentamente como si fuese cuero. Goodyear
comprendió inmediatamente el significado de este accidente. A este proceso de
añadir azufre al caucho lo llamó “vulcanización” (en honor al dios Vulcano).
LA CREATIVIDAD
EN LA CIENCIA
Uno de los
factores determinantes para que se pueda producir la “serendipia”, y para el
progreso humano en general, es la creatividad, que es una facultad innata en el
hombre. La creatividad se basa en la capacidad imaginativa de cada uno y, sin
duda, detrás de los grandes descubrimientos de la ciencia siempre ha estado la
imaginación. Y es que para poder hacer un hallazgo, hace falta una mente
abierta y libre, que contemple todas las posibles soluciones por inverosímiles
que parezcan, pues si algo hemos aprendido (de los descubrimientos del apartado
anterior), es que en cualquier momento “salta la liebre”, que la respuesta que
tanto deseamos podemos hallarla en el momento más inesperado. Por eso, si un
científico dedica su vida al estudio de un proceso, con la idea de descubrir lo
que nadie ha podido hasta ahora, si no consigue encontrar la solución tras años
de esfuerzo y dedicación, a este estudioso le quedan dos opciones: abandonar
esa búsqueda que ha podido convertirse en una obsesión que domina su vida, o
por el contrario, continuar sus investigaciones pero tomando otro camino,
porque el científico tiene que ser práctico e inteligente, y ser capaz de
romper barreras, de romper las propias barreras de su mente. Llega un momento
en la trayectoria de todo investigador en que tiene que saber renunciar a una
idea que no acaba de cuajar para contemplar otras posibilidades, que tal vez le
lleven, por fin, al camino correcto.
Ante todo, la
creatividad-imaginación no puede existir en una mente que se aferra
desesperadamente a algo. La imaginación supone que nuestra mente puede volar en
libertad, dirigida por la voluntad y supervisada por la inteligencia, pues si
no, no podríamos hablar de imaginación sino de fantasía: de múltiples imágenes
que se suceden sin control, pero que desde luego no nos llevarán a ninguna
solución viable.
El científico,
si quiere avanzar y poder acercarse a la “serendipia”, no debe permitir que
nada influya en su investigación, ni siquiera su propio deseo de éxito, porque
desear algo con demasiada vehemencia puede ser el principal obstáculo para que
podamos alcanzarlo.
EL AMOR COMO
FACTOR DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO
El hombre suele
creer que para conseguir sus objetivos basta con perseverar y formarse en una
disciplina, pero esto no es del todo exacto. Solemos pasar por alto un factor
fundamental para la vida: el amor. Todo aquel que quiera aprender y especializarse
en una disciplina científica no solo ha de estudiar sobre ese tema, sino que
debe amarlo. Seguramente la mejor manera de alcanzar el éxito sea amar todo
aquello en lo que trabajamos de una manera desinteresada. No olvidemos que la
ciencia lo que persigue es descubrir los secretos que la naturaleza posee, y
para ello, el egoísmo o la vanidad son nuestros peores enemigos.
Quizá se ha
preguntado alguna vez qué determina que una persona pueda descubrir algo o no,
y tal vez la respuesta sea más sencilla de lo que creemos: la naturaleza es un
ente vivo y, como tal, tiene su propia mente y su propia voz. Ella le habla al
científico al oído, pero este, completamente absorbido por sus circunstancias,
no es capaz de oírla, porque quien habla es el alma de la naturaleza, y esta
solo puede ser oída por lo más sutil del hombre. Por eso, si es el amor al
estudio y el amor a la humanidad lo que guía a un investigador, estará en
condiciones de poder ver un poco más allá de lo habitual. Cuando el corazón
está lleno de elevados sentimientos y pensamientos, es más fácil que el hado o
las musas se conviertan en nuestros aliados. Aquel que busca, si se encuentra
en paz consigo mismo, sereno y con humildad, está preparado para recibir la
solución que tanto esperaba. Tal vez la clave sea esa, tal vez todas las
respuestas están en lo más recóndito de nuestro interior, y para hallarlas sólo
tenemos que saber oír, solo tenemos que acallar nuestra propia mente para poder
oír la “voz del silencio” (como dijo la maestra H. P. Blavatsky).
EDUCÁNDONOS
HACIA LA “SERENDIPIA”
Hay quienes
dicen que para hacer un nuevo descubrimiento hay que tener un poco de suerte,
pero no nos limitemos a creer que las respuestas surgen por casualidad.
Lo cierto es
que todos aquellos que han sido iluminados con alguna verdad que los demás no
han sido capaces de encontrar tenían muchas cosas en común, y es que, sin
saberlo, se estaban preparando para poder ser dignos del premio que iban a
recibir (se encaminaban hacia su destino). Quiero decir que es posible formarse
y educarse a lo largo de la vida para poder acercarse, al menos, a la
“serendipia”.
Las cualidades
que nos educan hacia la “serendipia” son muy variadas.
Para empezar,
los accidentes se convierten en descubrimientos debido a la sagacidad de
la persona que se tropezó con ese accidente. Pero no sólo eso: todo estudioso
ha de tener una formación básica con la que trabajar; por eso, es fundamental
una mente preparada (Louis Pasteur dijo: “La fortuna favorece a la mente
preparada”). Eso supone toda una vida dedicada al estudio: perseverancia,
estar continuamente aprendiendo. Y además, esta preparación debe ser una
formación global, lo más completa posible, porque muchos de los grandes
descubrimientos se produjeron gracias a que el investigador tenía nociones
básicas de muchos campos diferentes dentro de la ciencia (se necesitan muchos
conocimientos para comprender el problema; si este no se entiende, difícilmente
se encontrará la solución). Los accidentes se convierten en descubrimientos
gracias a la curiosidad manifiesta del que observa el suceso, que, junto
con la percepción, le llevan a darse cuenta del significado de lo que
acaba de ver. Ambas, curiosidad y percepción, pueden ser más despiertas en el
caso de algunas personas, pero también pueden estimularse. Está claro que la observación
va a ser fundamental en lo que la “serendipia” se refiere. Por eso es muy útil
ir anotando todos los resultados obtenidos en las investigaciones: tanto los
esperados como los inesperados. Y todo eso hay que interpretarlo con la mayor
objetividad posible. Para ello, es necesario ser flexibles en
pensamiento y en interpretación, no despreciando los resultados inesperados
considerándolos “erróneos”, porque, a veces, el resultado inesperado es lo que
lleva al descubrimiento. Por eso, la mente preparada ha de estar también
preparada para sorprenderse.
También debemos contar con el poder de la fortuna (un viejo poema nórdico dice: “Es mejor tener suerte que ser listo”), que parece tener a una serie de “elegidos” que tendrán la suerte de estar en el lugar preciso en el momento adecuado.
No olvidemos
tampoco la creatividad como elemento básico del ser humano para concebir
lo que parecía imposible.
Además, estos
científicos tenían otra cosa más en común: no tenían miedo al descrédito
profesional o a la humillación por plantearse lo que nadie creyó que valía la
pena plantear.
Tenían gran confianza en sí mismos y, aunque encontraron
una gran oposición entre sus colegas, ellos seguían defendiendo aquello de lo
que estaban convencidos, generando así nuevas maneras de pensar. Se
caracterizaban por estar siempre aprendiendo de los errores, o incluso,
indagando en ellos como fuente de inspiración para nuevas investigaciones,
porque el científico debe saber “sacarle partido a todo” y tener en cuenta
que las equivocaciones sugieren muchas veces rutas que nos pueden llevar a la
verdad. Por tanto, el hecho de que muchos estudiosos fracasaran no es porque se
movieran en la dirección equivocada, sino más bien porque no se atrevieron a ir
lo suficientemente lejos.
Queda un último
factor, pero de él, hablo a continuación…
“SERENDIPIA” E
INTUICIÓN
Todos los
factores descritos en el apartado anterior son muy importantes a la hora de
intentar hacer un gran descubrimiento, pero, en última instancia, existe un
factor clave y absolutamente esencial: la intuición. Como sabemos, se
relaciona con el sexto plano de la división septenaria del universo: Budhi, y
para el hombre sigue siendo una facultad prácticamente adormecida (sin
desarrollar aún), que podría definirse como el conocimiento directo, o dicho de
otro modo, saber sin precisar de la razón.
Con seguridad,
todos los descubridores (del pasado y los que vengan en el futuro) tienen algo
en común: ellos fueron capaces de entender el significado de lo que acababan de
ver. Es como si el germen de una idea estuviese flotando en el aire, esperando
ser descubierta. Pues bien, estos “elegidos” pudieron alcanzarla por ser lo
bastante listos o lo bastante intuitivos. Debemos creer que la respuesta está a
veces delante de nosotros, pero necesitamos ese destello (proveniente de la
intuición) para verlo todo claro de repente, sabiendo conectar entre sí ideas
que aparentemente no tenían relación alguna.
Por eso, la
“serendipia” está íntimamente ligada a Budhi, a la capacidad intuitiva del ser
humano. Así, aquellos que deseen experimentar el fenómeno “serendípico” deben
prepararse a conciencia, porque la intuición está asociada de alguna manera al
aprendizaje.
Sin embargo, seamos realistas: no todos los científicos de mérito
que han buscado respuestas las han hallado. Por eso, cabe pensar que la
intuición es diferente en cada persona; esa chispa de Budhi necesaria para ver
lo que nadie ha visto, no la posee todo el mundo por igual, sino que dependerá
de las cualidades innatas del sujeto, así como de su momento evolutivo. Pero,
por encima de todo, recordemos que si alguien quiere estar en contacto con lo
elevado, con la tríada, debe despegarse de lo inferior, no puede permitir que
su personalidad le moleste y/o le guíe en sus investigaciones. Dicho de otro
modo: para encontrar la verdad, para descubrir las respuestas, no pensemos en
la fama o el dinero que podríamos lograr, sino que debemos amar la respuesta en
sí misma, como el tesoro más preciado que la naturaleza nos puede regalar.
CONCLUSIÓN
Por más que
pase el tiempo, la “serendipia”, como fenómeno, continuará siendo un misterio
por resolver. Por eso, me conformo con haber tratado de entenderlo, aunque sólo
sea un poco, permitiendo que cada cual saque sus propias conclusiones.
¿Cuestión de
suerte o intuición? No veo por qué he de desechar una de las dos; puede que la
intuición y la suerte vayan de la mano, puede que la intuición sea un golpe de
suerte.
En cualquier
caso, creo que si alguien tiene facultades para la música o el arte, también
hay quien tiene facultades para la “serendipia”, pues probablemente se nace con
ella. Esta facultad está como latente, esperando el momento oportuno: cuando en
el científico surge la idea, brillante y clara como un relámpago en la noche. Y
lo más curioso es que lo que distingue a este científico de todos los demás no
es su preparación o su inteligencia, sino que, al observar lo que sucedía a su
alrededor, él supo reconocer lo que a los demás les pasó desapercibido. Supo
acercarse a la “serendipia”,y puede que lo hiciera siguiendo este esquema:
OBSERVACIÓN>>>>IMAGINACIÓN>>>>INTUICIÓN
También debemos tener en cuenta que tanto el descubrimiento como la investigación siempre estarán ligados, de alguna manera, a la pureza de corazón y al amor. El amor o la pureza por sí solos no aseguran nada, pero han de formar parte de una persona para que sea digna ante los ojos de la naturaleza o de los dioses. Alguien que practica el amor, un filósofo, posee una serie de valores internos y externos que permiten que se pueda depositar la confianza en él, pues lo único seguro es que hará un buen uso de la información recibida, pensando antes en los demás que en él mismo. Un científico debe ser, en esencia, un filósofo, un pensador, un soñador cuyos sueños no tengan límites. Por eso, filosofía y ciencia han de volver a unirse lo antes posible, porque una vez fueron uno. Todos tenemos a un científico y a un filósofo dentro, sólo hace falta que seamos capaces de encontrarlos para no perder la capacidad de sorprendernos ante la vida, pues toda la vida puede ser una “serendipia”: a lo largo de toda nuestra existencia tenemos experiencias, descubrimos un ideal, conocemos personas… porque probablemente son nuestro destino. Asociémonos a lo elevado. Mantengámonos despiertos ante la intuición y la suerte. Tal vez, incluso, seamos capaces de hacer un descubrimiento. ¿Quién sabe?, el destino nos está esperando. Vayamos en su busca…
Fuentes: http://filosofia.nueva-acropolis.es.
Lourdes Martos Moreno el 18/4/2011
Libros
consultados
*¡Eureka! Descubrimientos científicos que
cambiaron el mundo. Leslie Alan Horvitz. Editorial Paidós.
*Serendipia. Descubrimientos accidentales en
ciencia. Royston M. Roberts. Alianza editorial.
*Breve historia de la química. Isaac Asimov.
Alianza editorial.
Artículos
de Internet consultados
*“Descubrimientos de la ciencia y la
tecnología que sucedieron sin buscarlos. La serendipia”. Jesús Duque Macías.
M.ª de los Ángeles Mateos Vázquez.
*“Serendipi… ¿qué? En el reino de serendip”.
Pedro Gómez Romero.
*”Una serendipia educativa”. Juán La Peyre.