Dice
un psiquiatra muy famoso, llamado Brian Weiss, que aunque todos los seres
humanos tenemos un plan vital “destinado y escrito”, también disponemos del
libre albedrío, de tal modo que nuestras vidas, y la de los que nos rodean, se
ven afectadas por las elecciones que hacemos mientras experimentamos esta
existencia dentro de este estado físico en el que estamos aquí y ahora. Destino
y libre albedrío coexisten e interactúan constantemente sin estorbarse, ya que
se complementan dentro del círculo de la vida. Está escrito en los cabellos de
nuestra cabeza; en las estrellas del firmamento; en los padres que tenemos; en
el número de hermanos; en nuestro nombre propio; en el día de la muerte; en el
día del nacimiento; en los hijos que tendremos. ¿Entonces?…
Esto
me recuerda la obra: Macbeth, escrita por William Shakespeare. Ésta es una
historia de asesinato y culpa, pero una de las preguntas centrales más
polémicas incluye el destino contra la acción: ¿El final de Macbeth está
"destinado" a suceder, o sus elecciones causan su caída? En las
escenas de apertura, Macbeth y Banquo se cruzan a las tres brujas, o las
"hermanas raras", que profetizan que Macbeth se convertirá primero en
el Barón de Cawdor y luego en Rey. Macbeth al principio duda de las hermanas,
pero luego se entera de que se convirtió en el Barón de Cawdor por casualidad y
se pregunta si la profecía de él, de convertirse en Rey, se volverá realidad. A
través del argumento uno se puede cuestionar si las hermanas raras hicieron la
profecía y causaron las acciones de Macbeth al colocar las semillas de una
carnicería en su mente, o si las elecciones de Macbeth fueron libres, lo que lo
hace responsable por éstas. Puesto de manera simple, ¿son las brujas
responsables de las acciones de Macbeth, o lo es Macbeth?
Dice
Wikipedia sobre la paradoja de la predestinación:
"La
paradoja de la predestinación, o destino, establece que todos los actos que
están ocurriendo y que van a dar lugar a un resultado futuro, no pueden ser
modificados de ninguna manera. Lo que tiene que ocurrir, ocurrirá, es
inevitable".
La
posición de Albert Einstein en relación a la predestinación era radical: “Todo
está determinado, tanto el principio como el fin, por fuerzas sobre las cuales
no tenemos ningún control. Está determinado para los insectos así como para las
estrellas. Seres humanos, vegetales, o polvo cósmico, todos bailamos al son de
una tonada misteriosa entonada en la distancia por un intérprete invisible”.
Por
otro lado, el libre albedrío hace referencia a la capacidad de los seres
humanos de tomar sus propias decisiones y de poder conducirlas hasta lograr su
resolución o meta. En este sentido, Mario Alonso Puig nos complementa la idea
con su frase: “El ser humano libre no es aquel que actúa de acuerdo a sus
emociones, es aquel que decide actuar de una manera, como él lo ha elegido,
independientemente de cómo se sienta. Para mí, eso es la libertad”.
Como
podemos observar, ambas filosofías o puntos de vista, entran en conflicto, ya
que en sus principios se contraponen.
El
enigma del destino y del libre albedrío ha dejado perplejos a los más grandes
pensadores que haya conocido la historia del hombre. De igual manera que la
filosofía y la religión, la astrología se ha trabado en lucha con este enigma y
ha intentado expresarlo en su propio lenguaje, como respuesta a la cuestión de
si existe realmente algo a lo que se pueda llamar una “opción”.
Cada
cual a su manera, también las escuelas del pensamiento psicológico están
investigando aspectos del mismo problema: hasta qué punto el comportamiento de
los hombres está condicionado por la herencia, hasta qué punto por el medio,
hasta dónde por la volición consciente. Y aquí, como en otras esferas de la indagación
humana, es posible ver el choque inevitable de los puntos de vista opuestos. Es
probable que el enigma del destino y del libre albedrío, como muchas otras
cuestiones profundas, sea tal que su respuesta consista en última instancia en
una paradoja. Tanto la astrología como la psicología analítica describen esta
paradoja, cada cual a su manera: “El hombre está atado a la rueda del destino
hasta que sobre él amanece la conciencia de la posibilidad de elección que le
ha concedido Dios. Tiene entonces un atisbo de la naturaleza paradójica de la
fuerza que lo ha atado, pero que le ha dado también el poder de romper sus
ataduras si quiere escoger el dolor que lleva consigo la pugna, y aceptar los
peligros de la libertad con que habrá de tropezar en la espiral ascendente que
es el camino que se inicia a partir de la rueda quebrada”. (The Inner World of
Choice, Frances Wickes, Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, N. J., 1976).
El
destino y el libre albedrío son problemas filosóficos capitales, pero que no
sólo tienen que ver con la especulación metafísica, sino también con las pautas
de nuestras relaciones. ¿Qué tipo de elección se opera cuando alguien se
enamora? ¿Cuál es la elección implícita en el nacimiento de un niño, que en sí
mismo lleva su propio temperamento innato, el cual puede o no desarrollarse de
acuerdo con los designios de sus padres? ¿Qué clase de elección tiene uno
cuando su pareja lo abandona, pese a sus más nobles esfuerzos por mantener
intacta la relación? ¿Y qué papel desempeña la elección en el daño que con
tanta frecuencia provoca una niñez difícil, y que para desenmarañarlo nos
cuesta, en ocasiones, una vida entera de lucha?
Hay
personas que prefieren creer que todo en la vida es azar y está sometido
exclusivamente a los caprichos de la casualidad. Este es un punto de vista
tranquilizador en cierta medida, porque mitiga la carga de la responsabilidad
personal. También hay personas –y en Oriente se las cuenta por millones- que
creen que la vida fluye totalmente de acuerdo con la predestinación derivada
del karma de cada uno, de los efectos de causas que arraigan en encarnaciones
pasadas; y esta posición también es consoladora, porque lo absuelve a uno de
responsabilidad en el presente. Finalmente, hay quienes creen que la propia
voluntad es el factor determinante de nuestro destino, y ésta es una actitud un
poco menos reconfortante, porque habitualmente la vida nos pone frente a cosas
que no es posible alterar por un esfuerzo de la voluntad, ni siquiera de la más
poderosa.
Evidentemente,
en muchos de nosotros hay una especial renuencia a hacer frente de manera
creativa a esta cuestión del destino y el libre albedrío, ya que profundizar
demasiado en ella sería el equivalente de asumir una responsabilidad para la
cual no estamos preparados, e incluso, quizás, ni siquiera equipados. Sin
embargo, debemos creer hasta cierto punto en el poder de la elección porque sin
ella nos hundimos en el desvalimiento y la apatía, y debemos tener cierta fe en
las leyes mismas de la vida que nos guían, para que con su funcionamiento no
nos dejen irreparablemente destruidos.
El
problema del destino y del libre albedrío está en la base de uno de los
conceptos erróneos de más difusión popular en astrología. Y eso se debe en gran
parte a que en el nivel popular hay muy poca comprensión de lo que la
astrología tiene que decir al respecto. Hemos visto ya cómo sus proyecciones
inconscientes pueden llevar a un individuo a enfrentamientos, relaciones y
situaciones que, aunque asuman un cariz de destino, están reflejando su propia
lucha por llegar a la conciencia de sí mismo. Una breve consideración de cómo
funciona la sombra, las imágenes de los padres que residen en las profundidades
de la psique, las energías dinámicas del Anima y del Animus, pueden ayudar a
iluminar la extraña paradoja que expresa Novalis al afirmar que el destino y el
alma son una y la misma cosa. La carta natal es la semilla, y es verdad que de
las semillas de pera nacen perales; nos asombraría que fuese de otra manera. No
es difícil ni siquiera para el pensador pragmático apreciar que el horóscopo
natal no es más que el reflejo de una reserva de potencialidades que –y esto
depende de su nivel de conciencia- el individuo puede utilizar para actualizar
el mito que es su propia vida.
En
fin, entre esa interminable maraña de posibilidades que se forma con la mezcla
de lo inevitable con las decisiones que tomamos haciendo uso de nuestra parte
de libre albedrío, así como de la incidencia de variables naturales y variables
humanas, es decir, de múltiples cosas que interactúan dinámicamente para
generar cambios constantemente, fluye nuestro diario vivir.
Casi
siempre los extremos son malos. Y en este caso, ambas filosofías totalmente
contundentes y radicales parecen ser extremos.
El
punto correcto, si existe, estará por allí, entre ambos extremos, en un punto
de equilibrio que no necesariamente esté ubicado en el medio de ambos... y que
seguramente también precise de estar cambiando constantemente de posición.
Si
hay algo que todos compartimos es un destino cierto, todos tenemos fecha de
caducidad. Incluso aquellos que pretenden burlarlo metiéndose en un congelador.
Ahora
bien, si todos los caminos llevan a Roma, puede uno dejarse llevar, o bien
decidir, cuál es el que quiere seguir y cómo hacerlo. Libre albedrío.
La
mejor manera para entender esto es a través de este ejemplo:
… Un experto zapatero fabricaba los mejores
zapatos que uno pudiera imaginar, pero nació en un país donde las personas
carecían de pies. Es el destino. Mas el hombre no se amilanó y aprovechó todas
sus habilidades para fabricar guantes. Eso es el libre albedrío… El arte de la
paciencia | Ramiro A. Calle
En
pocas palabras: “El libro del destino existe pero, gracias a los dioses, los
humanos no tenemos acceso a él”. Esto nos proporciona la capacidad de
equivocarnos y sentir que nuestras acciones son completamente libres.
Fuente: http://donatealgo.blogspot.mx
http://anafernandezvuono.blogspot.mx